jueves, 28 de noviembre de 2013

Guardias médicas, riesgo sanitario

Como consecuencia de la sospechosa muerte de un pasante de servicio social en Campeche (Julio Arroyo Ocaña), surgió un renovado interés por impulsar la racionalidad en el ámbito de la práctica de la medicina en una llamada "Reforma Médica".

En particular, la idea de acortar las largas guardias de médicos residentes e internos de pregrado. Cuestión que va más allá de una mera molestia: son una amenaza sanitaria real.

Esta práctica surgió como consecuencia del funcionamiento de la medicina como disciplina: el culto a la autoridad y la repetición del consenso. En los 1890s William Halsted, el primer jefe de cirugía de Johns Hopkins, requería que sus residentes estuvieran en guardia 362 días al año. Tiempo después se descubriría que Halsted (y sin duda una buena parte de su personal, si bien la crónica no refiere esto) usaba cocaína de manera consuetudinaria (1).

Así, durante más de un siglo médicos apenas despiertos han realizado cirugías, prescrito fármacos peligrosos, evaluado pacientes y realizado diagnósticos decisivos, expuestos a una deprivación sensorial y a un daño cognitivo a veces mayor que el inducido por el alcohol o la narcosis por nitrógeno que sufren los buzos.

Landringan et al, en 2004, publicaron un estudio en el New England Journal of Medicine que muestra los beneficios tanto para médicos como pacientes de programaciones de guardias más racionales (2). Nada más falta vencer la renuencia de quienes no aceptan la evidencia, y de quienes ven valor como tradición de prácticas obsoletas y peligrosas.



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